Malla

La malla pertenece al dominio de la figura geométrica. La malla es, por definición, un elemento de base reproducido de manera idéntica y que tiene las mismas características. De este modo, se habla de malla administrativa, es decir, de la manera en que un poder delimita su territorio por medio de trazados o fronteras. Es el caso de los departamentos franceses, formas geométricas delimitadas luego de debates entre Sieyès y Thouret en el momento de la Revolución francesa. El resultado de dichas discusiones fue una división igualitaria del territorio francés: cada entidad creada de ese modo recibe la misma estructura territorial establecida en prefecturas y subprefecturas, así como la preocupación igualitaria por la misma presencia de las terminaciones nerviosas del Estado, a saber los servicios públicos.
Las mallas pueden ser cartografiadas (catastro, divisiones administrativas). La idea de regularidad en el trazado proviene por lo tanto más de una utopía que de una característica propia de la malla, que es por el contrario heterogénea, tanto en su forma como en su contenido.

La Unión Europea, en su voluntad de armonizar las clasificaciones regionales, inventó una grilla que establece correspondencias entre mallas administrativas de diferentes países: la nomenclatura de las unidades territoriales estadísticas (NUTE). Si bien esa trama permite ver en Europa una clasificación de las regiones con mallas diferentes unas de otras, no obstante no dice nada acerca de las competencias que se atribuyen a dichas mallas y por lo tanto de los sistemas políticos que las estructuran: por ejemplo, la existencia de Estados centralizados o federales. En consecuencia, esas mallas son engañosas, porque dan la impresión de una gran similitud de contenido, aunque no exista dicha similitud. Los mapas por anamorfosis tienden a dar una visión más realista de los datos estadísticos propios de estas mallas para evitar una impresión de repetición en las estructuras.

Todos los Estados del mundo están organizados en mallas administrativas de gestión. A menudo rígidas, estas mallas son alteradas por las dinámicas demográficas y económicas: la movilidad de los individuos, el crecimiento de las ciudades, el desborde de éstas hacia la periferia, la reorganización de los flujos de intercambios, etc. Así, tenemos la costumbre de oponer los territorios institucionales (mallas de gestión, administrativas) a las mallas funcionales. La gestión de las ciudades a través del gobierno urbano ilustra bien esta oposición: las grandes ciudades del mundo se enfrentan a la investigación de soluciones para administrar mejor el gobierno de territorios que sobrepasan los límites comunales; se advierte en consecuencia que surgen modos de conducción de las grandes manchas urbanas conocidas como Gran París, Gran Buenos Aires, Gran Londres, dispositivos diversos que aseguran relaciones entre las mallas comunales. Es un intento de recortar circunscripciones de gobierno en la gestión de la mancha urbana y en su complejidad. Algunas veces las recomposiciones de las mallas de gestión caen bajo el mito: de este modo, la fusión de las regiones en Francia se sustenta en la idea de que la malla más grande está mejor adaptada al mundo por venir. Dicha situación es altamente discutible, puesto que establece una relación poco evidente entre el gran tamaño del territorio y la dinámica económica, mientras que, bien entendido, todo depende de las competencias, los presupuestos y el margen de manejo de esas entidades, del contenido de la malla.
Los urbanistas han intentado prever el desarrollo de las ciudades a través de estas mallas geométricas idénticas: es el caso de las cuadras en América Latina o de los bloques en Estados Unidos, o incluso del proyecto de Cerdá, el Ensanche, en Barcelona. Este urbanismo funcionalista a partir de una malla simple y repetitiva permitió proyectar la extensión de las ciudades. Algunas veces la monotonía de la unidad de base se rompe a causa de las innovaciones urbanísticas: la diagonal del Ensanche en Barcelona permite de este modo configurar de una manera diferente ángulos de islas que introducen la diversidad en un conjunto regular.
La malla está en relación directa con la red . En efecto, la presencia de servicios, de lugares de comercio, de equipamientos diversos, estructura un conjunto de puntos integrado por polos principales y secundarios, que denota una jerarquía territorial. La realización de la red está inscrita en la historia, si bien la red evoluciona sin cesar para completarse o incluso para simplificarse. El acceso a los puntos de la red da lugar a áreas de influencia que constituyen tantas mallas o aureolas que delimitan porciones de territorio. Si se tienen en cuenta los tiempos de acceso y las distancias kilométricas hasta los servicios, las mallas se deforman: esta representación es la de las cartas por anamorfosis, en las cuales la malla es retorcida en todos los sentidos, para visualizar los efectos de la sobrerrepresentación de un fenómeno en una malla y la distancia o el tiempo de acceso al servicio propuesto. Las redes de hecho no constituyen una trama perfecta en la cual todas las mallas son idénticas, pero a menudo se asemejan a una estrella que se ramifica progresivamente, en el trazado de grandes líneas, de ejes principales, que se articulan con líneas secundarias. La formación de una red obedece a criterios económicos: de este modo las redes de transporte o la presencia de los 4G se estructuran en primer lugar allí donde el tráfico calculado es mayor, garantizando así un retorno más rápido sobre la inversión. La elección de las implantaciones, el orden de realización de los equipamientos de la red influyen por lo tanto sobre la forma que toma ésta. Por eso, la construcción de la red puede crear disparidades. Marcel Roncayolo escribe de este modo: “A pesar de la unidad de la legislación, la presencia nunca lejana del Estado o de la colectividad pública y la acción de los ingenieros y los responsables formados con el mismo molde, la intervención directa o indirecta sobre el territorio por medio de la creación de grandes redes contribuye, al menos en el período 1850-1950, a poner en evidencia las desigualdades regionales más que a corregirlas”. La red estructura así el territorio, poniendo en relación algunos puntos con otros y dejando en la sombra porciones del espacio. De allí resultan las anamorfosis ligadas a los tiempos de recorrido, a los volúmenes de los flujos, que tienen que ver con el grado de alejamiento de los espacios.

A partir de esta visión de mallas deformadas se plantean las cuestiones vinculadas al ordenamiento de los territorios, puesto que estas imágenes representan territorios alejados de los servicios, marginales, mal servidos, y otros en los cuales se concentran los servicios. La información precisa los tiempos de acceso y puede ser cruzada con la densidad de población. De este modo existen zonas alejadas de las redes, de los polos urbanos, que necesitan, de parte de los poderes públicos, una consideración para corregir estas situaciones.
En Francia, la repartición equilibrada de los servicios públicos y el tratamiento equitativo de los territorios constituyen uno de los fundamentos del pacto republicano. Esta noción de equidad se coloca en la actualidad al frente del ordenamiento vía el ministerio de “la Igualdad de los Territorios y del Hábitat”. La elección de la denominación del Ministerio sólo puede ser simbólica, puesto que es bien cierto que la repartición igualitaria de los servicios es una utopía matemática. En cambio, el término equidad parece adaptarse mejor, porque otorga flexibilidad a la presencia de los servicios en función de diferentes parámetros. Aceptar que existe una equidad y una repartición de los servicios significa que la redistribución del presupuesto del Estado funciona según un principio de solidaridad, principio varias veces cuestionado por análisis económicos y contables, y por control instrumental. L. Davezies (2008) explica así que esta redistribución, difícil en períodos de crisis con presupuestos estatales forzados, penaliza los territorios más ricos, los que producen la riqueza económica. Esta visión macrocefálica rompe con el principio de solidaridad territorial.
La tradición de la República francesa, que se fundamenta en el principio de igualdad y de repartición de la presencia del Estado a través de la cuadrícula geométrica de los departamentos, marca fuertemente los espíritus, y toda alteración de dicho equilibrio, incluso justificada por recomposiciones y otras reorganizaciones funcionales, replantea el modelo establecido. Este sentimiento está frecuentemente ligado a la difusión y a la antigüedad de este modelo, esta “pasión francesa” como escribe Ph. Estèbe (2015). Actualmente, la malla de gestión está impulsada por las movilidades. J. Lévy, Ph. Estèbe o incluso M. Vanier ven elementos de bloqueo en las mallas de gestión históricas del Estado: “nuestra capacidad de movilidad, comprendido aquí el medio rural, hace que nosotros no seamos más los clientes fieles de la pirámide napoleónica de las localidades. Es el efecto bola de nieve: cuanto más seamos consumidores informados de los servicios ofrecidos gracias a la movilidad, más contribuiremos a aserrar la rama sobre la cual se asienta la red de la proximidad” . De este modo, las lógicas horizontales de conexión entre territorios son más bien las que prevalecen de aquí en adelante, y la inscripción de los territorios en las redes, antes que la yuxtaposición de las mallas de gestión, traza las categorías artificiales. Las interrelaciones, las construcciones territoriales entre mallas de gestión orientan así la organización casi mitológica del Estado republicano.

 

Referencias

-Davezies.L, La République et ses territoires : la circulation invisible des richesses, Seuil, 2008
- Estèbe Ph., L’égalité des territoires, une passion française, PUF, 2015.