Lugar

En sus escritos, los geógrafos «clásicos» y numerosos autores contemporáneos no cesan de hacer referencia a lo que el sentido común define como lugares, es decir, porciones determinadas y singulares del espacio a las cuales se asocian topónimos. Sin embargo, durante mucho tiempo el término «lugar» casi no se empleó («comarca» o «país» pueden llegar a ser sinónimos) o, porque se juzga que no se ajusta al lenguaje científico, definido por los autores de los diccionarios de geografía. Hay que esperar la ruptura paradigmática de los años 1960-70 para ver aparecer, además de este sentido común y bastante vago que perdura, dos acepciones precisas del término.

La primera acepción surge en el campo del análisis espacial. El lugar está definido en este caso como una unidad espacial elemental cuya posición es, a la vez, identificable en un sistema de coordenadas y dependiente de las relaciones con otros lugares en el marco de interacciones espaciales (Béguin, 1979).

Los lugares son el sitio donde se localizan los fenómenos geográficos, ya se trate de poblaciones, objetos materiales o funciones. Estos fenómenos constituyen otros tantos atributos que permiten caracterizar los mencionados lugares. El análisis espacial estudia los arreglos espaciales de los lugares intentando encontrar las lógicas de organización, ya sean aquéllos agrupados bajo la forma de una siembra de puntos o puestos en relación con otros lugares que son los puntos de apoyo (nudos, cruces, etc.) de redes (Pumain, Saint Julien, 1997).

Un cierto número de indicadores permite evaluar los grados de concentración, de especialización, de accesibilidad de los diferentes lugares, con el fin de delimitar a la vez la especificidad de cada uno, pero también su grado de adecuación a los modelos generales de interpretación. Muchos de estos modelos comprenden la distancia entre los lugares -las tentativas de las sociedades humanas por reducirla, o de ciertos grupos por acrecentarla- en el corazón de su funcionamiento. Bien entendido, la distancia entre los lugares es relativa, y las métricas que permite establecerla varían según los hombres, los territorios y los momentos. Entonces, las prácticas y las miradas crean los lugares; en este sentido, habría en consecuencia lugares de todos los tamaños, de lo local a lo mundial.

Es sabido que la distancia representa una resistencia a los cambios y a los flujos entre los lugares. Instaura al espacio y hace difícil el contacto. Permite, además, plantear la cuestión de la escala del lugar. Para ciertos geógrafos, el lugar es local (como lo sugiere la etimología) porque a esta escala, la distancia puede ser considerada como nula, las interacciones múltiples y la familiaridad espacial más fácil.

La segunda acepción está coloreada de diversos matices, pero siempre alrededor de la idea de una relación entre uno o más individuos y una porción del espacio o, en una porción del espacio. En 1974, la revista Progress in geography publica un artículo de Yi-Fu Tuan «Space and place : humanistic perspective» («Espacio y lugar: perspectiva humanista»). A través de una aproximación llamada «humanista» (traducción imperfecta de humanistic geography), Tuan actualiza el concepto de lugar antes que otros geógrafos anglosajones. J. N. Entrikin y R. D. Sack retoman y prolongan esta reflexión. En Francia, si se exceptúan los trabajos de A. Frémont sobre el espacio vivido (1976), el interés por el lugar es más tardío. En el encuentro de las geografías social, cultural y de las representaciones, y a partir de mediados de los años 1980, V. Berdoulay, A. Berque, B. Debarbieux o G. Di Méo reconsideran las investigaciones anglosajonas.

Según la perspectiva humanista, el estudio de los lugares se inscribe en una reflexión sobre la geograficidad (c.f. la segunda acepción de este término propuesta por Marie-Claire Robic) del ser, y se acerca al concepto de territorio. Esta mirada remite directamente a los trabajos de Éric Dardel, pero también a la concepción heideggeriana del espacio y de la idea de habitar, así como a la fenomenología de Bachelard. El lugar es el sitio donde es más estrecha la relación hombre-tierra, pero puede también en Dardel designar a la Tierra entera como base de la existencia humana. El lugar y el hombre se funden mutuamente; el lugar participa de la identidad del que está en él -cada uno se define, y define su entorno, especialmente según su pertenencia espacial- y los individuos dan una identidad, e incluso fundamentalmente una existencia, al lugar. Esta relación estrecha permite la metáfora del arraigo y supone una dimensión temporal. El lugar se inscribe en la duración; es memoria y tiempo cristalizados.

El lugar de la geografía humanista es más que un punto, un nombre o una localización: tiene significación. Posee un sentido (sense of place), una identidad, una personalidad, escriben ciertos autores. En estas condiciones, los valores pueden ser atribuidos a los lugares; así es como toda una literatura ha sido consagrada a los altos lugares, lugares simbólicos u otros lugares ejemplares.

Notemos al pasar que Vidal de la Blache en Le tableau de la géographie de la France («El cuadro de la geografía de Francia», 1903) estudia a Francia como un lugar; la «personalidad» del territorio nacional, la referencia a las raíces y a la historia, el lazo social particular que se configura sobre «la tierra de Francia», el genius loci (él emplea esta expresión) propio de ésta, son algunos de los rasgos que remiten en forma bastante precisa a las aproximaciones contemporáneas del concepto.

Junto a esta relación ontológica entre los individuos y la tierra, el lugar puede ser también abordado como el producto de una relación social; un espacio «hecho» lugar cuando en él se mantienen vínculos entre los individuos en situación de copresencia. La abolición de la distancia entre ellos parece ser el principal factor que facilita estas relaciones. Los trabajos de Marc Augé sobre los «no lugares» (1992) aclaran en profundidad esta aproximación: él los define como espacios monofuncionales y compartimentados, caracterizados por una circulación ininterrumpida, e in fine poco propicios para las interacciones sociales.

Pensar los lugares en el marco de la posmodernidad abre a nuevas reflexiones. Si los lugares sólo son el producto de relaciones -entre el hombre y la tierra, y entre los hombres- y sobre todo de la conciencia de esas relaciones, los lugares y los no lugares no existen en forma absoluta. Un aeropuerto (es uno de los ejemplos propuestos por M. Augé) puede ser «habitado»; es sólo un no lugar potencial cuyo devenir está ligado a las prácticas sociales. En el mismo orden de esta idea, los lugares pueden ser nómades y/o efímeros. Sólo existen gracias al sesgo de interacciones, viven el tiempo de una fiesta o de un mercado, o siguen a los que transportan su casa con ellos. Por ese motivo, en la película Playtime, surge un lugar, casi en forma accidental, en el seno de un espacio fragmentado y sin alma de un restaurante. El lugar es una potencialidad que crea (n) la existencia humana y/o las relaciones sociales.

 

Referencias bibliográficas:

-AUGÉ, M. (1992). Non-lieux. París: Seuil.
-BACHELARD, G. (1957). La poétique de l'espace. París: PUF.
-BEGUIN, H, (1979). Méthodes d'analyse géographique quantitative, París: Litec, 252 p.
-BERQUE, A. (2000). Écoumène. Introduction à l'étude des milieux humains. París: Belin.
-DARDEL, É. (1990). L'homme et la terre. (1ª ed. 1952). París: Ediciones del CTHS.
-DEBARBIEUX, B. (1996). Le lieu, fragment et symbole du territoire. En: Espaces et sociétés, n°82-83, p. 13-36.
-DI MÉO, G. (1998). Géographie sociale et territoires. París: Nathan.
-HEIDEGGER, M. (1958). Bâtir habiter penser. En: Essais et conférences. París: Gallimard.
-PUMAIN D., SAINT JULIEN T. (1997). L'analyse spatiale, París, A.Colin.
-ROBIC, M-C. (dir.) (2000). Le Tableau de géographie de la France de Paul Vidal de la Blache. Dans le labyrinthe des formes. París: CTHS.
-TUAN, Y-F. (1974). Space and place : humanistic perspective. En: Progress in Geography, p. 211-252.