Minoría
La palabra minoría se difunde ampliamente y designa realidades numerosas que remiten a disciplinas y campos de estudio variados. Por lo tanto, es difícil dar una definición satisfactoria. Se puede proponer, sin embargo, que en el sentido más general, una minoría es una comunidad de pertenencia unida por lazos religiosos, étnicos, lingüísticos o culturales, siempre que los vínculos entre los miembros de la minoría sean lo suficientemente antiguos y duraderos como para conformar una identidad distinta del resto de la población. El término puede igualmente designar nuevos tipos de grupos sociales que pretenden defender o hacer reconocer derechos organizando y formulando discursos suficientemente coherentes como para hacer que la mayoría acepte una especificidad, un comportamiento o un modo de vida que los distinga o que los excluya.
El uso del término minoría subraya frecuentemente una falta de cohesión social. Y es lícito preguntarse por qué tales diferencias se mantienen a lo largo del tiempo. La minoría sigue siendo una minoría, o es percibida como tal, precisamente porque no se integra en un conjunto social más vasto. Dos causas explican esta situación: la minoría, constituida por miembros conscientes de su diferencia, mantiene voluntariamente a ésta; la minoría se mantiene en su diferencia y, a veces, la mayoría la mantiene en una situación política y económica de segunda clase. El uso de la palabra minorías puede sugerir de este modo la idea de resistencia, incluso de tensión, en el interior del cuerpo social.
Las tipologías de las minorías están bien establecidas y remiten a criterios y categorías bien definidos. Todo grupo que dispone de marcadores étnicos específicos (lengua, religión, tradición u otros) forma una etnia diferenciada y eventualmente una minoría. Las minorías religiosas (cristianos del Líbano, sunitas en Irán, por ejemplo) y las minorías lingüísticas (francófonos de Estados Unidos o de Canadá), suecófonos de Finlandia, kurdos de Irán) son fácilmente distinguibles. Uno o varios rasgos culturales, por ejemplo la religión o la lengua, sirven así de marcador y permiten localizar al grupo minoritario. Se distinguen también minorías étnicas (los Roms en numerosos países europeos, por ejemplo) y minorías nacionales (alemanes de Dinamarca, húngaros de Eslovaquia, Rumania y Ucrania). Las primeras se distinguen únicamente por la posesión de ciertos caracteres culturales, sin negar no obstante lo que Stéphane Rosière denomina el “pacto nacional”; las segundas tienen un carácter más político, puesto que rechazan este pacto.
Para numerosos autores, la minoría, ya sea étnica o nacional, es necesariamente autóctona (se habla en ciertos casos de pueblo autóctono). Ello induce la idea de que un grupo de población fue, en un momento dado, englobado en un conjunto social y político más vasto, sin cambiar de territorio. Nos podemos preguntar si esta forma de ver las cosas no es demasiado restrictiva. Por el juego de las migraciones internacionales, más o menos forzadas, una población no nativa puede en efecto encontrarse en situación de minoría en el país que la recibe.
Desde que apareció antes de 1920 en los trabajos de la Escuela de Chicago (trabajos sobre las minorías étnicas y raciales, sobre las relaciones blancos/negros y sobre el racismo), el tema de las minorías se convirtió en un sujeto de investigación importante para numerosas disciplinas en los años 1990 y 2000. La sociología, en particular la sociología urbana, propone sin duda las aproximaciones más variadas: procesos de segregación, situaciones de los grupos minoritarios en diferentes contextos políticos (modelos: liberal, del multiculturalismo y del comunitarismo), relaciones entre grupos minoritarios (Rallu et alii, 1994), relaciones entre minorías y grupos mayoritarios, organización interna y movilización de los grupos minoritarios y acciones colectivas (constitución de minorías activas) (Mann, 1991), relaciones entre comunidades e integración de las poblaciones inmigradas… Con el auge de los gender studies [estudios de género] y la consideración de las minorías sexuales, las minorías han sido confirmadas como un tema prioritario en diversas aproximaciones, planteando principalmente la cuestión de la justicia social y las formas de la discriminación: percepción social y formas de regulaciones institucionales y sociales de las minorías sexuales (Corriveau y Daoust, 2011), estudio del sexismo, riesgo de suicidio entre los jóvenes de las minorías sexuales (Beck et alii, 2010), estudios de las cuestiones políticas de la identidad sexual y de las violencias verbales contra las minorías raciales y sexuales (Butler, 2004).
El derecho y la sociología del derecho se interesan igualmente en este tema. Las dos disciplinas cuestionan, entre otras cosas, la manera en que el derecho vigente en diversos países contribuye a orientar la mirada hacia las minorías, a definir sus contornos y eventualmente a mantener los límites según modalidades políticas variables (Calvès, 1998, Kymlicka, 1995, Sabbagh, 2003, Woehrling, 1998). Éstas analizan igualmente la manera en que las minorías utilizan el derecho como un recurso para movilizarse colectivamente y eventualmente acceder al poder (Noreau, 1999, Roussel, 2004).
Como prolongación de los juristas, las aproximaciones propuestas por las ciencias políticas y la sociología política son variadas, aunque este tema haya sido marginal durante mucho tiempo en el seno de estas disciplinas (Voutat, Knuesel, 1997). Ellas se interesan, entre otros temas, en las políticas de integración (Noblet,1991), en el modo en que las minorías se transforman en fuerzas políticas activas (Benbassa, 2011), en los mecanismos institucionales que emplean para participar eventualmente en la vida política, en la manera como el poder político contribuye a la dinámica de los grupos minoritarios (Guillaumin, 1972), en el multiculturalismo, en la inscripción territorial de las minorías en diversos tipos de Estado y en distintos contextos institucionales (importancia de las instituciones locales, del federalismo, de la descentralización, etc.) (Knuesel, 1994).
Los geógrafos proponen aproximaciones no menos variadas de las minorías, principalmente a través de la geopolítica y la geografía política, porque su disposición geográfica no coincide jamás con la malla de los Estados. Por otro lado, la presencia de una o varias minorías en el territorio de un país puede ser un factor de inestabilidad. Puede hallarse en el origen de reivindicaciones territoriales (problemas checheno o vasco, por ejemplo) y provocar eventualmente conflictos a propósito del trazado de las fronteras (irredentismo, arraigo, separatismo, división o partición, fragmentación o balcanización) (Sanguin, 2010). Ciertos Estados no dudan en responder a estas reivindicaciones con la violencia, incluso con la limpieza étnica o el genocidio. La atención se centra entonces, entre otros temas, en la inscripción espacial y la apropiación territorial de las minorías (Audebert, 2008), en su acción política y su influencia en el surgimiento de los nacionalismos regionales (Tétart, 2010), etc. Pero la mirada de los geógrafos no se limita a las situaciones de conflicto. Se interesan por ejemplo en la manera en que las minorías sexuales se insertan en el espacio geográfico y en la manera en que ellas lo producen. Se pueden citar, entre otros, los trabajos de Marianne Blidon (2006) sobre las formas espaciales de los homosexuales en la ciudad de París, de Boris Grésillon (2000) sobre los lugares de la cultura gay en Berlín, de Emmanuel Redoutey (2002 y 2004) sobre el Marais y la geografía de la homosexualidad en general, de Nadine Cattan y Stéphane Leroy (2010) sobre los homosexuales en el espacio público, etc.
Yann Richard