Paleoambiente

Este término designa a un ambiente pasado, cualquiera sea su antigüedad. Ciertos paleoambientes son puramente naturales, puesto que ofrecen diversos caracteres climáticos, hidrológicos, geológicos y biológicos incluso antes de que los hombres existieran sobre la Tierra. Otros, más recientes, son antropizados, de manera desigual según el espacio considerado.
¿Cómo se conocen los paleoambientes? Los datos son proporcionados por los estudios geológicos, la geomorfología, la paleoclimatología, el estudio del polen, el análisis de los hielos, el examen de los troncos de árboles antiguos (dendrocronología) y diversos métodos de datación de ciertos componentes de las rocas, del agua, de los hielos… Se sabe que la configuración de los continentes y de los océanos ha cambiado a lo largo del tiempo geológico, bajo el efecto de la tectónica de placas. De este modo, se pueden conocer los climas pasados. El estudio de las rocas, de las formas de «terreno», del polen antiguo permiten conocer los ambientes muy antiguos (eras primaria, secundaria y terciaria).
Muchas herencias permiten reconstruir los paleoambientes cuaternarios. La era cuaternaria, que comienza hace alrededor de dos millones de años, está marcada por alternancias de clima frío (períodos glaciares) y clima más suave (períodos interglaciares). Las herencias de esta era son abundantes. Los «paisajes» marcados por la antigua existencia de los glaciares pueden ser bien reconocidos. Son abundantes en el norte de Europa, en Escandinavia (frecuencia de lagos, de depósitos moreníticos…), en el norte de Polonia, de Alemania y de los Países Bajos, en Inglaterra hasta la región de Londres. En los Alpes y sobre sus alrededores las formas glaciares se leen hasta Lyon, y en Italia en la región de los Lagos… En los pantanos y, de un modo más amplio, en las zonas húmedas, el polen permite reconstituir las antiguas formaciones vegetales, cortas y muy poco densas durante los períodos fríos y más abundantes, frecuentemente forestales en los períodos interglaciares.
Las antiguas culturas humanas dejaron también huellas que permiten conocer y afinar más el estudio de los paleoambientes y examinar los efectos de la «antropización». Gracias a los trabajos prehistóricos es posible reconstituir ciertos aspectos de los modos de vida antiguos y de los ambientes físicos asociados. El polen permite incluso leer el impacto de las sociedades que desmontaron y seleccionaron ciertas especies.
¿Por qué es útil interesarse en los paleoambientes?
El conocimiento de los paleoambientes posibilita conocer la historia del planeta, los cambios que ha registrado en razón de los grandes movimientos de las placas, de la formación de las montañas, de la apertura del océano Atlántico. El conocimiento del funcionamiento de la Tierra permite comprender mejor la localización de los recursos (mineros, energías fósiles…). Los paleoambientes proporcionan también datos sobre la biodiversidad y sus fluctuaciones, y en particular sobre las grandes extinciones (dinosaurios…).
El conocimiento de los paleoclimas posibilita además comprender las razones y los ritmos de los cambios climáticos, lo cual tiene un interés mayor en el estudio de las transformaciones previstas en la actualidad y para el futuro.
Conocer los paleoambientes antropizados permite además considerar los impactos de las sociedades sobre la naturaleza, sobre sus recursos y sobre sus paisajes…
De este modo, examinar los paleoambientes requiere definir de manera precisa sus tiempos de evolución y los factores de éstos (movimientos geológicos, cambios climáticos, modificación del nivel de los océanos…, acciones antrópicas). Los paleoambientes, por lo tanto, son motivo de un interés mayor en el conocimiento de nuestro planeta, en el de los «recursos» que éste encierra, en el del azar y de los riesgos que éste puede generar, en la comprensión de los paisajes que percibimos y en el seno de los cuales vivimos.