Renaturalización
El término es actualmente utilizado en urbanismo, en arquitectura y en conservación de la naturaleza. La renaturalización es un proceso de modificación de una porción del espacio, ya sea edificio, manzana, barrio, parcela, paisaje, territorio, bajo el efecto de una extensión de la ocupación por medio de elementos naturales, flora, fauna, escurrimiento de aguas superficiales, actividad morfodinámica, etc. Sin embargo, esta mutación puede tomar dos formas. Puede tratarse de una dinámica ecológica espontánea a continuación de un abandono de tierras y en detrimento de porciones del espacio organizadas por actores humanos, o bien puede corresponder a una forma voluntaria de ordenamiento de los paisajes más o menos fuertemente artificializados, en un medio industrial y urbano, pero también en numerosos espacios rurales, como antiguos pólderes ganados actualmente al mar.
En el primer caso, la renaturalización corresponde a una trayectoria mesológica y sucede a una fase de antropización o de artificialización, como los baldíos. En el segundo caso, el proyecto de ordenamiento en particular en medio urbano tiende a basarse en una participación de la naturaleza como elemento decorativo, incluso como elemento que contribuye al funcionamiento del sistema urbanizado, desde el edificio a la ciudad, pasando por el barrio. Para los espacios rurales, se trata de responder a la doble tensión que resulta a la vez del retroceso de los espacios cultivados, sobre todo en Europa, y a la crisis ambiental, que se traduce ya sea por el decrecimiento de los hábitats, ya sea por el aumento de los riesgos naturales como la elevación del nivel marino, acompañada de los riesgos de sumersión. En los dos últimos casos, la renaturalización se inscribe en el proceso de las políticas públicas de protección de la naturaleza.
En el corazón del « proceso » de renaturalización se plantea la cuestión de la naturaleza y existe una contradicción aparente del proceso de renaturalización. En un caso, se trata de una evolución espontánea acompañada de un abandono, una disminución, una marginalización de los espacios, territorios, paisajes o medios, incluso de edificios e infraestructuras: el símbolo de esto es positivamente el conjunto monumental de Angkor y negativamente, en términos de percepción, pero no de valor ecológico, los baldíos urbanos (Muratet et al., 2007). Se habla en ciertos casos de naturaleza feral: se trata de la naturaleza salvaje (traducción de Québec del término wilderness) reconstituida después del abandono de ordenamientos o de ocupaciones por parte de establecimientos humanos. En el otro caso, se trata por el contrario de una marcha totalmente controlada, deseada en una aproximación del ordenamiento que elige situar a la naturaleza en medios artificializados, comprendidos éstos en el corazón de la ciudad más densa: este proceso está ampliamente en curso en la mayor parte de las grandes ciudades donde ocupa un lugar destacado en las políticas de desarrollo en el corazón de la ciudad sostenible.
Sobre el espacio renaturalizado revelador de tensiones…
La renaturalización espontánea está descrita como tal en el caso de abandono de espacios antiguamente sometidos a actividades, principalmente agrícolas, pero que también pueden ser baldíos industriales. Se trata del proceso de aumento de las tierras incultas. El retroceso agrícola que caracteriza a los medios rurales europeos desde la segunda mitad del siglo XIX, con su aceleración después de la segunda guerra mundial en relación con el éxodo rural, se tradujo en un encierro de los paisajes. En lugar de espacios cultivados o de espacios de pastoreo se desarrollaron cubiertas de malezas, landas y bosques. El cierre se materializa en una extensión de paisajes forestales en detrimento de cultivos, praderas o pastizales. Su renaturalización se mide por medio de la amplitud y la antigüedad de la reconstitución de las cubiertas forestales con vestigios de ordenamientos como terrazas en piedras secas o vestigios de antiguas prácticas agrícolas verificadas por la presencia de especies como la vid o los árboles frutales. En ciertos casos el retorno de especies salvajes, como los grandes depredadores, y en particular en Francia el lobo, atestigua esta renaturalización. Algunos estudios, específicamente los de Isabelle Mauz, muestran en qué estas trayectorias son mal vividas por las poblaciones locales que viven este retorno de la naturaleza salvaje y del retorno de los espacios incultos como una pérdida de identidad. Los baldíos industriales o urbanos no permanecen mucho tiempo. Su renaturalización espontánea se traduce en el desarrollo de cubiertas vegetales y en el auge de la presencia de especies animales frecuentemente consideradas como dañinas o invasivas.
Esas dinámicas espaciales de renaturalización son ampliamente controladas por una puesta en competencia de espacios, que para algunos, los que sufren la renaturalización, no resultan nunca más atractivos. Sin embargo, un estudio de la evolución de los tipos de paisajes en Europa entre 1990 y 2006, gracias a la base de datos CORINE LAND COVER (Hatna y Bakker, 2011), permitió demostrar que el abandono de tierras arables en Europa no involucró sectores marginales, débilmente poblados, económicamente pobres, sino sectores fuertemente sometidos a transformaciones cerca de las ciudades y las infraestructuras de transporte (Penone et al., 2012). En Europa, actualmente, el abandono rural se ha terminado y los procesos de aumento de tierras incultas son los más importantes conjuntamente allí donde las actividades y las densidades son más importantes: en la proximidad de las ciudades se intensifican las zonas de aprovisionamiento alimentario de los mercados urbanos, pero al mismo tiempo aparecen baldíos o espacios renaturalizados.
… en el espacio renaturalizado, imagen de rehabilitación de los medios antrópicos y sus ambientes
A la inversa de estos procesos de renaturalización espontánea que acompañan la marginalización de espacios abandonados o espacios puestos en fuerte competencia, dos marchas voluntarias de renaturalización consagran políticas de ordenamiento de espacios rurales o marcados por una débil ocupación humana, la otra se inscribe en el marco de la elaboración del ordenamiento urbano. En los dos casos, la renaturalización se inscribe en un proyecto y no como una dinámica sufrida, que proviene de una interrupción del abandono, de una declinación o una puesta en competencia de los espacios.
La creación de la reserva estética de Fontainebleau en 1856 parece ser la primera piedra aportada a la institución de espacios naturales preservados allí donde existían medios fuertemente explotados (Mathevet, 2012). Diez años más tarde, Yellowstone sustituye una dinámica de compensación por la creación de un islote de naturalidad en un espacio norteamericano en plena transformación. En el transcurso del siglo veinte, la idea que conviene es instituir áreas protegidas para permitir el auge de la naturaleza que avanza, con parques o reservas naturales constituidas en el lugar y el sitio de antiguos espacios ordenados (Fontainebleau, le Luberon, numerosos parques transfronterizos, principalmente en África). En materia de conservación de la naturaleza (Mathevet, 2012), las políticas públicas europeas sostenidas por los Estados se orientan a acrecentar los espacios naturales más vírgenes para permitir la preservación de especies, de ecosistemas y medios, así como de paisajes que funcionan como reservorios de biodiversidad. En Francia, la cumbre del ambiente instituyó tramas azules y verdes, conjuntos constituidos por reservorios de biodiversidad, que integran nudos convertidos en reservas con vocación de preservación genética, y corredores que permiten la movilidad de las especies animales y vegetales. Toda forma de ordenamiento, en particular una gran infraestructura (carrera, LGV, camino, etc.), debe elaborar un diagnóstico que obligue a evitar, reducir o compensar cualquier ataque a esos espacios con problemas de conservación. La compensación tiende generalmente a practicar la renaturalización, comprendido allí desde la nada medios naturales que equivalen a los que han sido destruidos para dar lugar a infraestructura.
En áreas urbanas o en baldíos industriales, la renaturalización espontánea es cada vez más aprehendida como creadora de nuevos ecosistemas, interpretados como islotes de biodiversidad en tejido urbano (Muratet et al., 2007). En ciertos casos, algunos medios explotados intensamente, como las canteras o las graveras convertidas en baldíos, se transforman en reservas naturales, tales como la reserva natural de Saint-Quentin-En-Yvelines, convertida en una zona con fuertes desafíos de conservación ornitológica (Pech, 2013).
En el marco de una aproximación integrada de la gestión del agua, las políticas públicas, principalmente de acuerdo con la Dirección Cuadro sobre el Agua, en la Unión Europea, apuntan a establecer una calidad del agua, medida con la ayuda de parámetros físico-químicos y bioquímicos. Esta gestión integrada involucra también la calidad paisajística, con la restauración y la preservación de los ecosistemas de las zonas húmedas, así como la renaturalización de los sistemas hidrodinámicos, comprendidos aquí en su aspecto geomorfológico, integrando la reconfiguración de trenes de meandros o la destrucción de obras, alcances, diques, que se prevé disminuyen el caudal y acrecientan el calentamiento de los hábitats desfavorables para los ecosistemas acuáticos. Dicho proceso de renaturalización se inscribe también en una gestión de retraso dinámico de las crecidas.
En el ordenamiento urbano, la renaturalización es incluso aprehendida a menudo como una marcha del paisajismo. Se elabora sin lazos con los contextos geográficos naturales, las tramas verdes y azules, lo cual llega a introducir especies exóticas, teniendo como único objetivo la creación de un motivo de decoración floral. El objeto natural creado no tiene ninguna capacidad de autonomía, es incluso muy costoso frecuentemente en agua de riego, en energía, en entradas bajo la forma de fertilizantes, incluso de fitosanitarios con frecuencia muy contaminantes. El arquetipo de este procedimiento de renaturalización en la ciudad es el muro vegetal desarrollado por razones de estética, incluso de publicidad. En contrapartida, en el marco de una nueva concepción del urbanismo, la ciudad sostenible debe integrar la naturaleza definiendo la naturalidad como la capacidad de un medio de autosostenerse, gracias a una biodiversidad de los ciclos naturales (ciclos del carbono, del agua, del nitrógeno, del oxígeno, etc.). Esa naturaleza está en sintonía con los datos del medio natural ambiental, comprendida allí la ciudad (Hubert-Moy et al., 2011). Esto se justifica tanto más cuanto que esta renaturalización presta servicios, los servicios ecosistémicos: lucha contra las inundaciones por drenaje, pero también depuración de las aguas de escorrentía, captura de las partículas de polvo urbano en la cobertura vegetal y en particular en los árboles, moderación de las temperaturas de los espacios verdes y de las zonas húmedas capaces de restituir el calor almacenado durante el día o de acrecentar la humedad y la frescura del aire en caso de canícula. Algunos objetivos de renaturalización están muy ligados a proyectos de rehabilitación social o se integran a estrategias de mejora del bienestar de los asalariados de una empresa o de un grupo social. La renaturalización de espacios urbanos se utiliza, por medio de jardines compartidos, como medio de creación de un lazo social en ciudades o barrios desfavorecidos (Les Ulis, Montpellier, Saint-Denis, etc.). Los proyectos de renaturalización involucran transformaciones radicales de los paisajes urbanos (Clergeau, 2011).
La renaturalización se inscribe por lo tanto como una de tantas dinámicas espaciales que traducen procesos de segregación, incluso de marginalización, o por el contrario, como procesos de protección, de rehabilitación, que acompañan estrategias de ordenamiento con una fuerte connotación ambiental.
Pierre Pech