Actualismo

(de actualism, término inglés derivado de actual, presente)

Posición teórica que se basa en el postulado de que las formas, las formaciones y los fenómenos actuales, sobre todo naturales, pueden ser interpretados a partir de los fenómenos en función de los mecanismos observables actualmente.

Esta posición fue afirmada primero en el siglo XVIII y a principios del XIX por los naturalistas (J. Hutton, C. Lyell), que fundaban su saber en la observación de los hechos constatados en la superficie de la «Tierra» y se apoyaban en ellos para intentar comprender su génesis y su evolución. La génesis de las formas de «relieve» y los sedimentos fue explicada de este modo por la acción de las aguas corrientes, del viento, de las olas que ellos comprobaban y de los cuales podían medir los efectos todos los días. Se oponían entonces a los sostenedores del catastrofismo, como Cuvier (1812), para quienes los grandes valles, las cuencas marinas, las formaciones geológicas en bloques enormes se debían a cataclismos excepcionales del pasado, sin equivalente actual, y de los cuales se podían encontrar huellas en los textos religiosos antiguos, como la Biblia con su Diluvio, que habría sido responsable de grandes capas aluviales que inundaron los fondos de valle (el Diluvium de las cartas geológicas antiguas).

Los múltiples estudios de «terreno» de los siglos XIX y XX confirmaron la posibilidad de interpretar la génesis y la evolución de las formaciones geológicas y las formas de terreno a partir de los procesos físicos y bioquímicos. Éstos actúan hoy en día en superficie de la Tierra y permanentemente o en largas duraciones al menos, como los ligados a la gravedad, a las diferencias de temperatura, a los intercambios entre átomos, a la mecánica de los fluidos, sin que sea necesario acudir a catástrofes en factores excepcionales. Se corre el riesgo de caer en el exceso inverso, y de considerar a la Naturaleza como inmutable o funcionando según ciclos inmutables (como el famoso ciclo de erosión de W. M. Davis, 1909), rechazando de este modo de hecho –sin quererlo- las teorías evolucionistas.

Pero, si bien es probable que los procesos físicos y químicos elementales que hoy están en marcha lo estuvieran también en el pasado, nada prueba que sus caracteres, sus ritmos, su intensidad, y sobre todo sus combinaciones en sistemas locales o más vastos fueran idénticos a los actuales. Las herencias de los períodos antiguos incluidas en las formaciones geológicas muestran así que la cobertura vegetal era muy poco densa hasta el Devónico, lo que exponía a los suelos mucho más que en la actualidad a los diferentes agentes de erosión, a las corrientes, al viento, etc., bajo climas aparentemente cálidos y secos, con una atmósfera cuya composición no era idéntica a la de hoy en día. Las condiciones de elaboración de las grandes superficies de aplanamiento de la era primaria no tienen entonces equivalente hoy (cf. G. Beaudet y R. Coque, 1994). Del mismo modo, si bien el frío se extendía sobre las latitudes medias en la era cuaternaria, las condiciones de insolación eran, en ese momento, radicalmente diferentes de las que hay en las regiones polares y subpolares actuales. Los derrames que abrieron los grandes valles de la cuenca de París a comienzos del Cuaternario no tienen tampoco equivalente hoy. Y si bien la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años estaba muy ligada al efecto de una colisión de un meteorito con la Tierra, se trata efectivamente de un fenómeno excepcional e irreproducible…

La mayoría de los investigadores distingue por lo tanto en la actualidad cuidadosamente entre los mecanismos físicos y químicos elementales, cuyas reglas son permanentes, y la combinación de estos mecanismos en sistemas naturales localizados, cuyos componentes, las interacciones, los ritmos, las intensidades están en evolución constante e irregular, y sin equivalente estricto de un período a otro. Esto nos inclina a tener mucha prudencia en las reconstituciones paleogeográficas y en las estimaciones de las evoluciones pasadas a partir de medidas efectuadas hoy en día, en la naturaleza y en el laboratorio (cf. Lageat et alii, 1996).

En las ciencias sociales, no obstante, si los mecanismos elementales, las necesidades fundamentales de la vida humana (alimentarse, vestirse, desplazarse, intercambiar, buscar un beneficio, dominar, etc.) son permanentes, todos los trabajos históricos demuestran que sus formas sociales, sus componentes técnicos, sus intensidades, sus ritmos, sus combinaciones son territorialmente diferentes de una sociedad a otra y de una época a otra. El actualismo conduce aquí muy rápidamente al anacronismo o al “presentismo”. Se ha reprochado el actualismo frecuentemente a los economistas y geógrafos, que apoyan sus análisis en modelos abstractos, acrónicos o sincrónicos, fundados sobre mecanismos que funcionan en lo actual y no ubicados históricamente. A. Reynaud (1992) y C. Grataloup (1996) intentan, por el contrario, demostrar que las metodologías basadas en modelos pueden ser pertinentes para comprender evoluciones territoriales.

 

Referencias bibliográficas:
-Beaudet G, Coque R., 1994, « Reliefs et modelés des régions tropicales humides », Annales de Géographie.
-Broc N., 1975, La géographie des philosophes géographes français au XVIII° siècle, Ophrys, 598 p.
-Broc N., 1994-1995, Regards sur la géographie française de la Renaissance à nos jours, Presses universitaires de Perpignan.
-Cuvier G., 1812, Discours sur les révolutions à la surface du globe.
-Davis W.M., 1909, Geographical essays, Boston, 777 p.
-Derruau, Composantes et concepts de la géographie physique, Colin, 256 p.
-Grataloup C., 1996, Lieux d’Histoire, essai de géohistoire systématique, Montpellier, GIP Reclus.
-Lageat Y., André M.F., Allée P., 1996, « Apports et limites de l’expérimentation » in M.
-Lyell, 1830-1833, Principles of Geology.
-Reynaud A., 1992, La Chine des Printemps et des automnes, Montpellier, GIP Reclus.