Contingencia
Noción filosófica que resulta particularmente útil para el razonamiento geográfico. Lalande remite a Aristóteles para el sentido general del término: «es contingente todo lo que es concebido como pudiendo ser o no ser en algún sentido y bajo la reserva que sea… (De manera que) un acontecimiento futuro es contingente si, siendo todas las cosas lo que son, ese futuro puede producirse o no producirse». (El término se opone en todos sus sentidos a «necesario»). El problema es entonces saber en qué condiciones un suceso es contingente, y al mismo tiempo cómo puede producirse a pesar de ese mismo carácter de contingente. Este problema merece ser evocado aquí, porque muchas situaciones geográficas o configuraciones espaciales pueden ser interpretadas al menos en parte en términos de contingencia.
El proceso según el cual la aparición de fenómenos contingentes es posible fue muy claramente descrito a fines del siglo XIX por el filósofo y matemático A.A. Cournot, quien escribía: «(Hay acontecimientos que son conducidos) por la combinación o por el encuentro de fenómenos que forman parte de series independientes en el orden de la causalidad«. Esto introduce una noción de contingencia, puesto que «el hecho natural así establecido o constatado consiste en la independencia mutua de varias series de causas y efectos que concurren accidentalmente a provocar tal fenómeno, a producir tal encuentro, a determinar tal acontecimiento, el cual por esta razón es calificado como fortuito» (Cournot, 1872). La concepción que él sostiene acerca de los elementos independientes es resumida en los términos siguientes por un comentarista de nuestro autor: «para Cournot, hay en la naturaleza «pequeños mundos» que se pueden aislar unos de otros… La existencia de islotes o de sistemas separados hace a la vez posible la aplicación de la idea de relación causal en el interior de cada mundo-isla; y la aplicación de la idea de azar de un mundo-isla a otro. (Así) las ideas de causalidad y azar poseen una misma objetividad: la primera, al intervenir en el interior de los sistemas que se forman; la segunda, en primer lugar, entre los sistemas independientes hasta ese momento» (Saint Sernin B., 1998). Se puede concluir que varios procesos son interpretables en términos de lo que se puede llamar, siguiendo a Cournot, una «causalidad contingente».
Sin duda, en razón de la complejidad de las interferencias entre los dominios lógico y espacial diferentes de los cuales se ocupan los geógrafos, parece que las fórmulas de Cournot se aplican particularmente bien al razonamiento geográfico. Por un lado, la multiplicación de los tipos de determinaciones que contribuyen a engendrar las estructuras del espacio limita la parte de las relaciones de necesidad entre antecedente constante y consecuencia; pero, por otro lado, las reflexiones sobre las interferencias introducen nuevamente el juego de la causalidad y dan lugar a las perspectivas racionales. Se pueden identificar series causales -encadenamientos de relaciones de causa a efecto, que funcionan independientemente unas de otras, pero las situaciones que sobrevienen a cada una de estas series en un mismo momento pueden dar nacimiento a interacciones que suscitan innovaciones, éstas mismas seguidas luego por consecuencias. Estas interferencias entre dominios independientes, particularmente importantes para la comprensión, revisten aspectos variados y se prestan a análisis diferentes.
Un primer aspecto reposa sobre un razonamiento planteado esencialmente desde un punto de vista espacial, a partir de la confrontación de situaciones enfocadas en términos sincrónicos. En este caso se toman en consideración interferencias entre reparticiones que obedecen a lógicas diferentes, que se combinan para producir frecuentemente efectos masivos. Por ejemplo, la combinación de la riqueza en petróleo y de una baja densidad de población ha moderado las necesidades de los Estados de la península arábiga en materia de inversiones y consumos interiores, en razón de la debilidad de la masa demográfica, ligada a esta baja densidad. Esta situación les ha permitido liberar gran cantidad de capitales exportables e intervenir masivamente en los negocios mundiales. El papel de los que la ONU llama «países exportadores de petróleo con excedente de capitales» fue lo suficientemente importante en el funcionamiento del «sistema mundo» para que se pudiera considerar que, en cierto modo, sin estas combinaciones, «la faz del mundo pudo ser cambiada» – tanto como en otros tiempos.
Ahora bien, esta asociación de reservas petroleras y bajas densidades resulta de la interferencia de dos series causales claras, pero independientes: una, que proviene de la geología y da cuenta de la acumulación de petróleo; la otra, que liga la débil ocupación humana a un clima seco, esto mismo explicable, pero por encadenamientos de causas sin relación con los procesos geológicos. Si se tienen en cuenta las coyunturas estratégicas y las posiciones geopolíticas que también se suman al sistema explicativo, se ve que el juego de las series causales independientes que interfieren es rico y complejo.
En otras situaciones, incluso más significativas, el análisis insiste en el juego de procesos diacrónicos. El razonamiento reposa sobre la aparición de innovaciones, de estructuras espaciales emergentes debidas a causalidades contingentes. Las configuraciones creadas de este modo pueden luego evolucionar y conocer suertes diversas. Éstas pueden ser evanescentes y desaparecer rápidamente. Pero las que retienen la atención son evidentemente aquellas que se consolidan y adquieren una cierta duración. En muchos casos, las novedades aparecen en lugares precisos y limitados, pero adquieren después una mayor extensión por medio del juego de procesos de difusión.
La aparición de un barrio chino en el distrito («arrondissement») XIII de París, es decir, con una localización diferente de la de otros grupos recientes de origen extranjero en el espacio parisino, puede ser considerada como el resultado de una coincidencia entre fases de procesos independientes uno del otro. Fase de la evolución de la guerra estadounidense en Vietnam, que conlleva el éxodo de poblaciones chinas, instaladas desde un tiempo más o menos largo en el país, notoriamente en Cholon. Por razones arraigadas en los largos tiempos de la historia, éstas vienen en gran parte hacia Francia. Fase de la evolución del mercado inmobiliario en una parte de París donde los programas de renovación llegan a su término justo en un momento en que un retorno de coyuntura vuelve bastante difícil la venta de alojamientos a los franceses. La instalación de los chinos comienza entonces en este barrio, y sigue a continuación del funcionamiento de un proceso de realimentación positiva. Se asiste así a dos series de acontecimientos, cada una de las cuales obedece a una lógica propia, independientes una de la otra, y cuya interferencia responde a lo aleatorio. Buen ejemplo del mecanismo descrito por Cournot y que depende de la «causalidad contingente». Ésta desencadenó un proceso que hizo aparecer un «objeto geográfico», el cual se volvió luego permanente (perduró) por el juego de una serie de mecanismos bien identificados, pero sin conocer difusión más allá de los límites tan estrechos de un barrio parisino.
A una escala totalmente diferente y en otro dominio, la geografía de las «grandes» religiones proviene frecuentemente de su aparición en un lugar restringido, en condiciones que pueden ser consideradas como surgidas a partir de la contingencia, seguidas luego por una difusión según mecanismos conocidos.
Se ve, pues, que la explicación según los esquemas que acaban de ser considerados reposa sobre una amplia gama de encadenamientos de causalidades de tipo determinista: éstos aparecen no solamente en las series que entran en interacción, al comienzo en cierta suerte de intervención del azar, sino también «al final», puesto que el tipo de objetos geográficos que ésta ha generado está regulado por mecanismos conocidos, y a veces por el funcionamiento de verdaderas reglas.
Dar un lugar a la contingencia en el juego de la causalidad es mostrar a la vez el interés y los límites; en definitiva, pues, poner en evidencia también la medida en que intervienen las determinaciones, las reglas y las leyes.