Tierra
Tierra
Según que se escriba con o sin mayúscula, esta palabra puede significar, en francés y en otras lenguas latinas, tanto el planeta como la superficie que constituye la parte continental de este planeta (un avión “aterriza”) o incluso la película de suelo que sirve de soporte a las actividades agrícolas (la tierra fértil). Desde su materialidad para la función productiva (tierra con trigales, tierras en jachère descanso), el término abarcó, por extensión, la posición ocupada en un sistema social (paisanos sin tierra, tierras señoriales, propietario de terrenos terrien) enjambant uniendo así las separaciones entre lo físico y lo social.
Esta polisemia del sentido común se apoya sobre una multiplicidad de usos en varios dominios científicos. Para los astrónomos, la Tierra es ante todo un planeta cuyos movimientos se insertan en el conjunto del sistema solar. En el espacio, la Tierra gira de oeste a este sobre un eje inclinado en 23º27’ en relación con el plano de la eclíptica. Las medidas de la duración de las dos rotaciones terrestres han servido de referencia para la definición de los años, del día y de la ubicación de los desfases horarios entre los diferentes puntos del globo. La forma de la Tierra se emparienta con la de un geoide imperfecto, ligeramente achatado en los polos, cuyo diámetro varía en 12.713 km en los polos a alrededor de 12.756 km en el Ecuador, y presenta, en este lugar, una circunferencia de 40.000 km. Para los geofísicos que se interesan en el funcionamiento interno de la corteza terrestre, la Tierra funciona como una máquina térmica. En el interior de la Tierra, el manto terrestre está animado por lentos movimientos de convección que transportan el calor interno hacia su superficie. Los volcanes, los puntos calientes y las dorsales oceánicas son los lugares de aumento de la materia en fusión hacia la superficie; contribuyen a la renovación de la corteza terrestre, a los desplazamientos de las placas litosféricas y a la formación de los relieves continentales.
En relación con estas disciplinas, los geógrafos han agregado aquí el análisis de las acciones de «antropización» y de humanización de los medios físicos que pretenden o han pretendido repousser los límites de la «ecumene», incorporando en ésta grados diversos de artificialización de los medios físicos. Como otras disciplinas, la Geografía se interesa tanto en las grandes masas y volúmenes que participan en la configuración de la superficie de la Tierra, como en los intercambios que se establecen permanentemente entre las envolturas sólidas, gaseosas y líquidas de nuestro planeta y que se extienden desde la litosfera hasta la atmósfera, pasando por la biosfera y la hidrosfera. Pero este interés por los sistemas físicos está condicionado por sus campos de investigaciones específicas que tratan, ya sea sobre el vasto dominio de las relaciones Naturaleza/sociedades, ya sea sobre las interacciones entre los lugares mismos. Más ampliamente, los geógrafos concentran su atención sobre todo lo que concurre a façonner lo que varios de entre ellos han denominado la Faz de la Tierra. Según el grado de ocupación humana de las tierras emergidas, tienen tendencia a reservar el empleo del término tierra en la toponimia, a las regiones árticas y antárticas o a los lugares mal explorados y mal conocidos: Tierra de Baffin, Tierra Adela, Tierra de Amhem, etc… Explorando, nombrando, midiendo y figurando figurant los diferentes continentes, así se han apropiado los geógrafos de la escritura y la representación cartográfica de la Tierra. Más allá de los clivages disciplinares, cada vez más científicos y responsables se rejoignent reúnen sobre la necesidad de considerar la Tierra en su globalidad y aprehender su funcionamiento y sus disfuncionamientos como una totalidad que trasciende los cloisonnements continentales, nacionales o “civilizacionales”, y que justifican periódicamente la organización de un “pico de la Tierra”. Esta concepción de la existencia de un sistema Tierra reposa sobre la idea de que los componentes de los medios físicos y de los ordenamientos humanos son interdependientes y retroactúan unos con otros. Desde este punto de vista, la Tierra es un sistema que recibe y produce energía. Ella depende del aporte del rayonnement solar y de sus variaciones según los lugares y los momentos del año. Estas diferencias regionales en el balance de radiación son compensadas por transferencias de energía (circulación atmosférica, corrientes marinas) entre las diferentes partes del globo. Grandes ciclos bioquímicos (agua, carbono, azote, oxígeno, etc.) condicionan la renovación de las sustancias necesarias para los seres vivientes, mientras que el sobreconsumo de las energías fósiles libera gases susceptibles de modificar la composición de la atmósfera y en consecuencia de poner en peligro a las sociedades humanas.
Estas interacciones y estas retroacciones entre los sistemas físicos y los sistemas sociales permiten identificar y analizar los múltiples «ántroposistemas» presentes en la superficie del globo. Los procesos que los animan así como sus más o menos grandes capacidades de intervenir sobre su regulación condicionan el devenir de los recursos disponibles, de la biodiversidad y, por consiguiente, de la vida de la Tierra. El análisis de los ántroposistemas permite subrayar la antigüedad y la variabilidad de la ocupación de los diferentes continentes y de sus doblamientos, de las tramas territoriales y de los diversos procesos de ocupación del espacio que constituyen autant de tantas respuestas salidas de la diversidad de las organizaciones sociales. En su investigación de inteligibilidad de la ocupación humana de la Tierra, los geógrafos acuerdan hoy en día en reconocer que más allá de esta diversidad aparente, la mayor parte de los modos de organización del espacio terrestre dependen de algunas lógicas elementales referidos a cualesquiera sean los continentes y cualesquiera sean las épocas. La Tierra es también la ocasión de un encuentro entre lo espiritual y lo biológico. En tanto que solo y único hábitat de la especie humana, ella es el objeto de posturas y conflictos donde estos dos elementos vitales de la vida humana se confrontan y/o se completan. El carácter efímero de la vida terrestre, en la escala del tiempo astronómico, ha sido siempre, en las creencias humanas, opuesto al del sinónimo de eternidad. Aunque en un sentido metafórico el contacto con el suelo (“tener los pies en la tierra”) puede aparecer, para los humanos, como un signo de estabilidad síquica o de ressourcement; en la imagen del gigante Anteo quien en la mitología encontraba su energía vital en contacto con el suelo terrestre. Los diferentes ciclos de vida y de muerte se manifiestan y se côtoient sobre la Tierra, así como las múltiples temporalidades ideales, sociales y materiales a las cuales se confronta la condición humana. Si se retoma la formulación de François Durand-Dastés, se puede avanzar que esta “Tierra de los hombres” (A.de Saint Exupéry) está sometida a las interacciones de dos “memorias” (las memorias de Gaia): la memoria “mensaje” que se transmite y evoluciona al ritmo de las generaciones y de las visiones del mundo; y la memoria inscrita espacialmente sobre la epidermis de la Tierra que, según modalidades variables, retroactúa sobre la primera. En todo momento y en todo lugar, estos mecanismos se combinan para hacer de la Tierra un espacio geográfico.
Ver también: «territorio».
Bernard Elissalde