Geograficidad

Poco usado (tanto en la lengua francesa, como en inglés o en español), el término engloba dos nociones distintas.

  1. En una primera acepción, «geograficidad» designa a aquello que en un objeto se relaciona específicamente con la geografía, o incluso a aquello que concierne a la actividad propia del geógrafo. En este sentido fue utilizado el término por el geógrafo belga Paul Michotte (1922), quien, al tratar de la posición de la geografía entre las ciencias, la definió como «disciplina corológica». De este modo, Michotte especifica una aproximación de geografía botánica: «(…) lo que confiere el carácter geográfico a este estudio, no es la consideración de la conexión entre la vegetación o el medio, ni la investigación del área de extensión o de la repartición de los seres vegetales en la superficie del globo (…); esto porque la geografía botánica es precisamente la geografía, porque no tiene por objeto las plantas, los vegetales, sino los «espacios vegetales», es decir, porciones espaciales de la superficie terrestre distintas de las unidades vecinas (…)»; él generaliza: «delimitar estos espacios, describir estos paisajes, explicar sus caracteres (…), clasificarlos en espacios jerárquicos cada vez más vastos (geografía general y geografías especiales comparadas), tal es el objeto mismo de la geografía; ésta es, en el sentido propio de la palabra, una «geo-grafía», una descripción científica de las diversas unidades espaciales, de las diversas regiones de la superficie terrestre.»
    Esta definición de la geograficidad nos remite al paradigma de la «diferenciación espacial» o «regional» (areal differentiation) definida por Hartshorne (1939) como la única legítima. Ésta correspondería a una de las cuatro «tradiciones»; localizadas en la historia de la geografía por W. Pattison (1964): «area studies tradition» (o «chorographic tradition«), junto a la «spatial-«, la «man-land-» y la «earth science tradition«. (Estas distinciones son retomadas en parte por Haggett, 1965).
    Fuentes:
    • Paul Michotte, «L’orientation nouvelle en géographie», Bulletin de la Société Royale de Géographie, 1922, 1, p. 1-39.
    • Hartshorne Richard, 1939, The nature of geography, Annals of the Association of American Geographers, XIX.
    • Pattison William, 1964, » The four traditions of geography «, Journal of Geography, 63, p. 211-216.
    • Haggett Peter, 1965, Locational analysis in geography, Londres, E. Arnold.
    Entre los autores que emplean esta noción figura Yves Lacoste (1979), quien entiende bien por esto a «lo que se considera como geográfico» en cierto momento o en cierto modelo de la disciplina. Teniendo como base la dicotomía «político/no-político, él distinguió diversos tipos de «geograficidad» identificables en la historia contemporánea. Esta oposición entre dos géneros de geograficidad estaría, según este autor, ilustrada por Paul Vidal de la Blache y Eliseo Reclus. Lacoste fustiga «la geograficidad restringida que proscribe sobre todo a la geopolítica» difundida, sobre el modelo del Tableau de la géographie de la France (Vidal de la Blache, 1903), por la geografía universitaria a partir de principios del siglo XX. En cambio, él elogia la «concepción global de la geografía» desarrollada por E. Reclus (L’Homme et la Terre, 1905-1908), que incluye «problemas de poder y de acción».
    Fuente: Yves Lacoste, 1979, » A bas Vidal… Viva Vidal ! «, Hérodote, 16, p. 68-81.
  2. Una segunda acepción se vincula no sólo con la marcha cognitiva, sino también con la relación existencial que se establece entre el hombre y su hábitat.
    Uno de los primeros autores que fijó su uso fue Eric Dardel (1952): «(…) Conocer lo desconocido, alcanzar lo inaccesible, la inquietud geográfica precede y conduce a la ciencia objetiva. Amor al suelo natal o investigación del desarraigo, una relación concreta se establece entre el hombre y la tierra, una geograficidad del hombre como modo de su existencia y su destino.» (p. 2)
    Fuente: Eric Dardel, L’homme et la terre, Paris, Colin, 1952 (reedición, Paris, CTHS, 1990, con un prefacio de Philippe Pinchemel y con una advertencia final de Jean-Marc Besse, «Géographie et existence d’après l’oeuvre d’Eric Dardel«).
    En este caso, la noción de geograficidad remite a la de historicidad, extraída de una tradición filosófica ilustrada por Heidegger, Jaspers, Kierkegaard… Dardel explora las dimensiones del saber geográfico en tanto que se vuelve hacia la interpretación de la presencia originaria, inmediata, del sujeto en la tierra; su geografía comporta, tanto en su dimensión histórica como en su expresión individual, saber, mito y arte; ésta se expresa prioritariamente en el paisaje.
    Entre los contemporáneos, Claude Raffestin se sitúa explícitamente en esta línea de pensamiento, cuando aboga por una reflexión sobre la ontología de la geografía («Dardel incita a una meditación que debería desembocar en la identificación de los fundamentos: la geograficidad del hombre»; «La geograficidad es un modelo de acción, luego de prácticas y conocimientos, que se arraiga en un modelo de conocimiento que es la historicidad»; «La geograficidad como modo de existencia del hombre sobre la tierra puede permitir restablecer, renovándolos, los modos antiguos»).
    Fuente: Claude Raffestin, 1989, «Théories du réel et géographicité», Espaces Temps, 40-41, p. 26-31.

Ver también, por ejemplo, Jean-Paul Ferrier, 1998, Le contrat géographique ou l’habitation durable des territoires. Antée 2, Lausanne, Payot, 251 p.