País

Extraído de su contexto, el término país reviste, en el lenguaje corriente, un sentido muy equívoco: ¿se trata del “gran” país, la unidad política del Estado, o bien del “pequeño” país, lugar de nacimiento o de residencia, «territorio» de los parientes y de las relaciones familiares y cotidianas? No existe ninguna noción precisa de la escala entre estos dos términos. Ciertamente, el país grande abarca al pequeño, pero la extensión del pequeño puede variar de la región a un grupo de casas. El término tampoco está reservado a una realidad espacial: país puede designar al pueblo o a la colectividad de habitantes, incluso al individuo que pertenece a la misma (pequeña) patria. Sin embargo, una constante atraviesa esta polisemia. La idea de pertenencia e identidad reúne en un mismo esquema al habitante y su espacio, haciendo del país, del mismo modo que el lugar o la región -y cualesquiera sean su tamaño y su rango en la escala espacial- una forma particular de territorio. Un último sentido es más preciso, el de región geográfica más o menos netamente delimitada, provista de una denominación genérica (país calcáreo) o toponímica (país de Bray, Beauce), popular (el Pantano) o científica (el Pantano de Poitiers) o que corresponde a la caída de una ciudad (el país de Fougères, el país de Rennes).

En este uso específico, país es un término antiguo, empleado tanto en la lengua vernácula como en el lenguaje erudito. A partir del siglo XVII, se expandió dentro de las descripciones geográficas, ya emanaran de los administradores, de los estadísticos, de los agrónomos, de los geógrafos o de los viajeros, quienes prestaban voluntariamente a los habitantes la aptitud para reconocer esas entidades designadas por un nombre específico, y caracterizadas por particularidades físicas y humanas.
La noción de país se moviliza preferentemente en dos contextos. Primero prevaleció en el discurso científico y específicamente, a fines del siglo XIX, en varias ciencias en vías de constitución: la geografía, la sociología de Le Play, y más tarde, la etnografía de las artes y las tradiciones populares. Para la geografía del primer cuarto del siglo XIX, el país reviste incluso la condición de paradigma. El reconocimiento de unidades homogéneas desde el punto de vista de sus características físicas y humanas contribuye no solamente a orientar el análisis geográfico durante varios decenios, sino también a aportar a la delimitación epistemológica de la disciplina geográfica entre las otras ciencias. En efecto, fundada la naturaleza del país en sus componentes geológicos, mineralógicos, pedológicos, botánicos y climáticos, su estudio ancla a la geografía en las ciencias naturales y le permite afirmar su autonomía en relación con la historia, de la cual es tradicionalmente auxiliar. Habituados a describir los «lugares» de manera enumerativa, según los «Estados» a los cuales pertenecen o los acontecimientos que los han señalado, los geógrafos están de acuerdo entonces en oponer la incoherencia y la arbitrariedad de las circunscripciones políticas e históricas a la racionalidad de las divisiones naturales de las cuales el país es el arquetipo. En un artículo retomado más tarde en sus manuales, Vidal de la Blache reconoce a los países como “las divisiones fundamentales del suelo francés”, que conviene preferir antes que a las provincias, a los departamentos y a las cuencas fluviales fantasiosas inspiradas en la teoría de Buache (siglo XVIII). La fuerza integradora del país, que logra una armonía perfecta entre paisaje natural, hábitat, modo de explotación y género de vida, ofrece al geógrafo materia de análisis del encadenamiento de los fenómenos, otra forma de contribuir al advenimiento de una ciencia racional y moderna, y de afirmar la pretensión holística de la geografía. Finalmente, el país, unidad territorial vernácula, presente en la conciencia de sus habitantes, acerca el saber popular y el saber científico. El suelo y el habitante conducen a una misma identidad –frecuentemente traducida por un topónimo- que el investigador puede identificar en el terreno. De este modo, el país es el soporte de una ciencia de observación, en ruptura con la geografía de gabinete.

Este programa fue sistematizado en la obra de Lucien Gallois, Régions naturelles et noms de pays [Regiones naturales y nombres de países] (1908), referencia importante que sigue a numerosos estudios de casos publicados como artículos (la Dombes, Mâconnais, Charolais, Beaujolais, Lyonnais, La Woëvre, la Haye, etc.). De hecho, el país se convierte en el marco y el objeto de estudio de la producción geográfica francesa por excelencia durante varios decenios, ya se trate de las tesis regionales -entre las cuales casi todas descomponen la región en países-, de artículos (los Annales de géographie de los primeros años publican una o varias monografías de países en cada aparición), de obras de síntesis como el Tableau de la géographie de la France [Tabla geográfica de Francia] de Vidal de la Blache, o de ejercicios universitarios canónicos como el diploma de estudios superiores.
En un segundo contexto, el tema del país alimentó de manera recurrente la reivindicación política en favor de la descentralización. Incluso proporcionó el material de un eslogan, “Vivir y trabajar en el país”, forjado en la década de 1960 alrededor del Comité de Estudios y Enlace de los Intereses Bretones (CELIB), asociación destinada a promover el desarrollo económico y social bretón, cuya influencia se extendió a numerosas regiones francesas. Durante el apogeo del movimiento regionalista de la Bella Época, bajo la Ocupación o en los años 1970, los promotores del país, cualquiera sea su afiliación política, condujeron frecuentemente a la fuente de los análisis científicos de los argumentos para la institucionalización del país. A veces, algunos geógrafos se convirtieron en militantes de esta causa, como Pierre Foncin en 1898 o Jean-François Gravier en 1942.
En la actualidad, el país domina la escena política desde que las leyes de ordenamiento y de desarrollo del territorio de 1995 a 1999 hicieron de él el pivote de las políticas públicas fundadas en la elaboración, por los actores sociales, de proyectos de desarrollo de su territorio próximo. Los geógrafos no aceptan el nuevo objeto constituido por las recomposiciones territoriales a partir de países concebidos muy débilmente tanto sobre posturas de prospectiva como de memoria. Perplejos delante de la libertad con la cual se constituyen nuevos perímetros, frecuentemente indiferentes a los límites históricos y las coherencias geográficas, se preguntan por la pertinencia de los territorios creados de este modo y reexaminan la oposición entre «territorios» institucionales, territorios funcionales y territorios de identidades. Los países representan además una forma inédita de territorio: ni totalmente circunscripciones, puesto que no tienen prerrogativas administrativas; ni colectividades territoriales, pues no están dotadas de personalidad moral ni de una representación elegida por el sufragio universal; ellos reúnen, en el tiempo de una política contractual y para objetivos limitados, a los actores de una democracia participativa unida por un proyecto. Paradigma de la geografía humana, en la actualidad el país se convierte por lo tanto en el objeto de una geografía política renovada, en la cual los geógrafos se comprometen no solamente a título de la ciencia, sino también como ciudadanos y algunas veces como elegidos

Marie-Vic Ozouf-Marignier

 

Referencias bibliográficas
-Lucien GALLOIS, Régions naturelles et noms de pays. Etude sur la région parisienne, París, Armand Colin, 1908.
-Annie BLETON-RUGET, Pierre BODINEAU, Jean-Pierre SYLVESTRE, (eds), Pays et territoires. De Vidal de la Blache aux lois d’aménagement et de développement du territoire, Dijon, EUD, 2002.
-Marie-Vic Ozouf-Marignier, “ La re-naissance des pays. De la géographie à la politique ”, Actualité du paysage, n°1, 1998, p. 55-69 (Actes du séminaire du DEA “ Jardins, paysage, territoire ” qui s’est tenu au ministère de l’Aménagement du Territoire et de l’Environnement les 15 et 16 mai 1998, sous la direction de A. Berque et B. Lassus, [París, Ecole d’Architecture de Paris-La Villette, 2002]).
-Marie-Claire ROBIC, “Le pays et la défense du corps. Note à propos de ‘Régions naturelles et noms de pays’”, pp. 149-161 in : Géopoint 82. Les territoires de la vie quotidienne. Recherche de nouveaux signifiants dans l’analyse géographique. Groupe Dupont, Avignon, Université de Genève, Université de Lausanne, 1982.
-Marie-Claire ROBIC, “La notion de pays chez Paul Vidal de la Blache. Signification populaire et interprétation géographique”, pp. 107-123 in : O. Redon (éd.). Savoirs des lieux. Géographies en histoire, Saint-Denis, Presses universitaires de Vincennes, 1996 (Les Cahiers de Paris VIII).