El policentrismo designa un modo de organización del espacio compuesto por unidades que presentan diferentes grados de centralidad. El uso del término centro, o del calificativo “central”, sugiere la idea de concentración, peso y/o capacidad de decisión en relación con el resto de la entidad considerada. La sinonimia con los calificativos polinuclear y multipolar ha sido durante mucho tiempo la norma en Geografía. Mientras el término núcleo se refiere, de manera descriptiva, a la estructura de un objeto que presenta cierta complementariedad entre dos partes, la idea de polo, en cambio, evoca un campo de fuerza con capacidad de atracción e impulso del polo sobre el resto de un conjunto territorial. La prevalencia actual del concepto policentrismo está ligada a su polisemia y su posición de interfaz.La idea de policentrismo, vinculada desde hace tiempo a las reflexiones sobre la configuración de ciudades (policentrismo/monocentrismo), apareció en la literatura a través de análisis del supuesto impacto de las innovaciones tecnológicas en términos de reorganización del espacio urbano.
Se desarrollaron en torno a la alternativa entre continuar la concentración o iniciar la desconcentración. Los primeros diagnósticos prospectivos se remontan al desarrollo de la industria y las redes ferroviarias que contribuyeron a la formación de “conurbaciones” (Geddes, 1915), a las cuales se opondría la tendencia a la dispersión provocada por la electricidad y el automóvil (Mumford, 1934). En esas primeras acepciones, el calificativo “policéntrico”, que a veces se sustituye por “polinuclear”, se aplica solamente al espacio intraurbano. Así, como alternativa al modelo aureolar de Burgess, Harris y Ullman (1945), proponen un modelo de desarrollo que presenta una “estructura polinuclear”. No obstante, la prevalencia de la concepción monocéntrica del espacio urbano se ve reforzada por modelos de economía urbana, como el de W. Alonso (1964), quien concibe un espacio urbano integrado por un único centro económico, el CBD, que concentra los precios más elevados del suelo y que, a su vez, determina la localización residencial de los hogares y otras actividades. Dos décadas más tarde, Paul Claval (Claval, 1981) o Philippe Aydalot (Aydalot, 1985) continúan limitando este tema al espacio intraurbano, atribuyendo la dinámica policéntrica de la estructura de ciertas aglomeraciones al auge del automóvil en el caso de Claval, o a la dispersión urbana (“centros de rango inferior, progresivamente integrados en el tejido urbano de la ciudad principal”, p. 373), en el caso de Aydalot, utilizando la expresión “ciudad polinuclear”. Incluso se puede considerar que la teoría de los lugares centrales (concebida principalmente por W. Christaller, 1933, y A. Lösch, 1938) ya se refiere a un sistema de ciudades jerarquizadas y “policéntricas”. Al otro lado del Atlántico, la atención prestada al policentrismo va acompañada de la formalización de modelos que evalúan los desequilibrios entre los lugares de residencia y los lugares de trabajo dentro de las grandes metrópolis (Leinberger y Lockwood 1986, Cervero 1989) y el impacto de la aparición de nuevos centros en la repartición de densidades residenciales y los valores del suelo o de la propiedad (Fujita y Ogawa, 1982).
Mientras que el término policentrismo se aplicaba casi exclusivamente para describir las estructuras intraurbanas, su campo de estudio se amplió brutalmente cuando se introdujo en el ámbito del ordenamiento del territorio europeo, al cambiar la escala de aplicación. Baudelle y Peyroni (2005) trazaron claramente la génesis de este desvío, tanto en su expansión semántica como en su legitimación internacional. El origen de este nuevo significado estaría en Alemania ya en 1991, en un estudio sobre las ciudades europeas, donde aparece la primera imagen del “racimo de uvas”, “capaz de representar mejor la estructura policéntrica del sistema urbano en Europa” (Kunzmann, Wegener, 1991). Los documentos oficiales de la Comisión Europea, que abogan por a balanced polycentric urban system [un sistema urbano policéntrico equilibrado] como el SDEC (1999) (ESPD, en inglés) [Documentos electrónicos estructurados, en español], apoyaron posteriormente la evolución del significado. Esta primera visión general del ordenamiento del territorio europeo pretendía reducir el peso del “Pentágono” central, al mismo tiempo que avalaba una concepción del policentrismo aplicada a las relaciones interurbanas. Su aparición en el mundo de la planificación territorial tiene también la función de desplazarla del estatus de noción descriptiva al de objetivo estratégico (Davoudi, 2003). El policentrismo se convierte así en un elemento principal (con sus arquetipos como la Randstadt holandesa) del proyecto político de un ordenamiento pensado a la escala europea; lo que conduce a P. HALL (2006) a ironizar sobre la importancia que adquiere este concepto: Polycentricity: geographical phenomenon or holy Grail? [Policentrismo: ¿fenómeno geográfico o santo Grial?]. Finalmente, el policentrismo en esta acepción más amplia sirve de pivote a otras consignas oficiales como la cohesión territorial, la competitividad y el desarrollo sostenible.
Al término de esas evoluciones de sentido, podemos esbozar un intento de clarificación según Nadine Cattan (Cattan, 2007): El policentrismo puede manifestarse, a diferentes escalas, de manera morfológica (mono o polinuclear) y/o relacional (relaciones basadas en flujos entre áreas urbanas) y ser el resultado de procesos tanto institucionales (cooperaciones entre conjuntos urbanos) y/o estructurales acordes a un desarrollo espacial específico (“polarización”, “difusión”, etc.). Desde el punto de vista operativo, se considera que el policentrismo se ve ciertamente facilitado por una configuración polinuclear, pero las políticas policéntricas aún pueden implementarse con éxito en marcha con eventos en un espacio jerarquizado. Sin embargo, las relaciones, los flujos y la cooperación entre los centros pueden adoptar diferentes formas. Si bien estas relaciones entre ciudades son cruciales para identificar el policentrismo, a la inversa, los núcleos urbanos múltiples sin relaciones no constituyen realmente un sistema policéntrico.
En la literatura, la importancia contemporánea otorgada al policentrismo y a sus diferentes modalidades de funcionamiento es atribuible tanto a las transformaciones internas de las metrópolis como a su éxito como proyecto normativo que permite establecer prioridades en términos de integración y ordenamiento. Se ha planteado un conjunto de procesos tales como la desconcentración de los empleos, el paso a una economía de servicios superiores o la reestructuración vinculada a la “globalización” de los territorios, que contribuyen a que las global city regions [regiones de las ciudades globales] (Scott, 2001), las mega city regions [las megaciudades] (Hall, Pain, 2006) y las “metrópolis” (Saint Julien, 2015) evolucionen hacia configuraciones más policéntricas. Presentarían un conjunto de relaciones funcionales y conexiones mutuas que permitirían identificarlas.
Según la forma en que se aborda el concepto policentrismo (policentrismo intrametropolitano o policentrismo regional o nacional, las problemáticas y los debates difieren:
Respecto del policentrismo intrametropolitano, los trabajos han tratado de definir la importancia y el papel de los centros secundarios en un conjunto constituido, examinando la jerarquía de los centros intrametropolitanos (Berroir, Mathian, St-Julien, 2002) y el grado de difusión de los llamados servicios superiores en el espacio urbano (Guérois y Le Goix 2000). Otros investigadores abordaron la cuestión del equilibrio entre el empleo y la vivienda en las grandes zonas metropolitanas, y los problemas asociados como la expansión urbana y la fragmentación del mercado laboral (Bertaud, 2003). Ellos argumentan que, en las ciudades policéntricas, los desplazamientos al trabajo estarían más restringidos y se desarrollarían relaciones trabajo-vivienda más equilibradas. Se plantea así la idea de que las estructuras policéntricas presentan ciertas ventajas sobre las estructuras monocéntricas en términos de capacidad de crear un equilibrio entre los centros y de complementariedad de las funciones urbanas, evitando al mismo tiempo los inconvenientes de la congestión (Meijers y Romein, 2003).
Comprendidas en un sentido normativo, como un modelo a seguir, las preguntas tratan sobre la dimensión operativa que puede movilizarse para reorganizar la configuración espacial de un conjunto de ciudades, con el fin de promover/crear el policentrismo o de mantener un sistema policéntrico tal como es. Estas orientaciones se apoyan en la complementariedad y la cohesión implícitas que el policentrismo puede aportar para resolver los problemas contemporáneos de ordenamiento. Finalmente, esta idealización del policentrismo abre otro debate sobre la cuestión de la gobernanza institucional de tales conjuntos. En el plano político, la idea del policentrismo acompaña también la adecuación de nuevos procesos de decisión a las “soluciones” institucionales destinadas a mejorar la representatividad de los niveles administrativos (Jouve y Lefèvre, 1999). A la escala de la Unión Europea, este énfasis en el policentrismo se basa en una homología implícita entre la organización del sistema de ciudades europeas y un ideal europeo de descentralización política (incluso de federalismo).
Bernard Elissalde |